Desde el tiempo de Cristo, la crucifixión como la base de nuestra salvación ha sido un problema importante. "El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden" (1 Corintios 1:18a). Los griegos consideraban que la cruz era una necedad (literalmente "de imbéciles"), porque creían que la verdad se descubría a través de la sabiduría o la razón. Para los judíos era un escándalo, una piedra de tropiezo, porque no podían creer que Dios salvaría al hombre a través de un hombre maldito. Pedían señales, pero, en cambio, obtuvieron un Mesías crucificado.
Antes de la fundación del mundo, se estableció que la redención se lograría a través de la muerte de Jesús (Mateo 25:34; Hechos 2:23; Hebreos 4:3; 1 Pedro 1:20; Apocalipsis 13:8). Pedro escribió que fuimos "rescatados . . . con la preciosa sangre de Cristo" (1 Pedro 1:18, 19). Isaías 53:5 dice: "Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados".